¿Podra el "Compañero" Hugo Chavez sostener su socialismo del siglo XXI frente a la maldición de los recursos naturales?Al igual que un hijo de familia adinerada que es educado en el facilismo o que un pobre que recibe un “golpe” de fama y dinero, los países que se encuentran repentinamente con riquezas naturales fáciles pueden gozar de una bonanza transitoria, pero es casi seguro que este acontecimiento los deje menos preparados para el progreso sostenible a futuro.
Es la llamada
"maldición de los recursos naturales", porque la experiencia demuestra que generalmente la mayoría de los países ricos en recursos naturales se destacan por su inestabilidad política, su corrupción endémica y su falta de desarrollo. En algunos casos se entremezclan intereses extranjeros con facciones internas para producir guerras civiles. En otros casos son familias dominantes las que acaparan el poder y las riquezas. Si las riquezas son controladas por el Estado, en el mejor de los casos el sistema político de gobierno es presa de democracias populistas que reparten prebendas y destruyen los valores culturales (como el trabajo duro y el ahorro) necesarios para el desarrollo.
¿Es posible escapar a la maldición de los recursos naturales? Parece no ser algo irreversible, pero es muy difícil de evitar y se conocen escasas excepciones a nivel mundial. Algunas condiciones que pueden evitarla son, 1º) Que se trate de un país con una cultura preexistente que haya asimilado firmemente los valores del esfuerzo personal. 2º) Que el país reciba el golpe de suerte en un estado avanzado de su desarrollo económico y de su cultura política y 3º) Que, en ausencia de lo anterior, la propiedad de los recursos generadores de la renta extraordinaria sea privada y esté atomizada, evitando su concentración en pocas manos.
La naturaleza del problema
La razón es clara y la expone el profesor Richard M. Auty, profesor de Geografía Económica en la Universidad de Lancaster en su libro Resource Abundance and Economic Development (Oxford University Press, 2004). Los países con abundantes recursos naturales tienden a engendrar grandes Estados con vastos intereses, cuyo objetivo es capturar las rentas que producen tales recursos, a expensas de la coherencia en la formulación y aplicación de políticas públicas.
Se trata de un asunto de incentivos perversos. La abundancia natural genera grandes grupos de poder y de presión –cazadores de rentas– que se convierten en el principal obstáculo a las reformas que incrementen la productividad. Por contraste, los países en desarrollo con una pobre dotación de recursos naturales –petróleo, cobre, tierras fértiles, entre otros– tienen un fuerte incentivo a realizar reformas alineadas al interés de las mayorías pobres y existe una fuerte presión social para generar riqueza a través de mejoras sustanciales en la productividad.
En un articulo reciente, Thomas Friedman argumenta que el arma más letal que tiene Estados Unidos contra Irán o Venezuela es reducir su propio consumo de hidrocarburos y consecuentemente el precio mundial del petróleo. Si esto ocurriera, Irán debería eliminar los US $ 25,000 millones de dólares de subsidios populares que sostienen políticamente al régimen de Ahmadineyad, condenándolo a la impopularidad y a su eventual caída.
"Hay solamente una cosa más tonta que ser un país adicto al consumo de petróleo (refiriéndose a USA) y esa es ser un país adicto a la venta de petróleo. Porque ser adicto a la venta de petróleo puede hacer al país realmente estúpido......" afirma Friedman.
El razonamiento lógico de Friedman se fundamenta en la teoría de la maldición de los recursos naturales. La experiencia mundial es abrumadora y muestra que los países pobres pero con rentas importantes de sus recursos naturales, no se desarrollan ni adhieren a democracias genuinas. La principal razón es que
esos países no incentivan la cultura del trabajo y del ahorro y la inversión, pues resulta más rápido y atractivo participar del reparto de esa riqueza fácil y vivir de ella."
En algunos casos esa puja, en la que participan los intereses de las empresas multinacionales, da pie a guerras civiles o regionales. La difícil solución del problema iraquí tiene hoy como trasfondo el hecho que todo el petróleo iraquí está en zonas shiitas y kurdas y nada en las zonas sunnitas. La guerra civil de Irak es una lucha de facciones religiosas por el poder -en vistas del futuro retiro de la coalición-, alimentada por una lucha por la distribución de las rentas del petróleo. "Cuando el país es pobre pero homogéneo y escapa a estas divisiones, el resultado más probable es que dictadores o familias feudales asuman el poder total manteniendo la unidad territorial. Quien llegue al poder tendrá suficientes recursos para mantenerse en él y por lo tanto es normal encontrar que estos países sean manejados por dictadores o familias reales. Este es el caso de Arabia Saudita, Libia, Brunei y otros países petroleros."Si la política evoluciona a formas democráticas, la tendencia será al populismo, esto es, a repartir la renta de las riquezas naturales en forma de prebendas. Venezuela es el mejor ejemplo actual. La maldición de los recursos naturales se traduce entonces, en el peor de los casos, en conflictos armados regionales o guerras civiles internas. En los casos más normales, genera totalitarismos y control de las riquezas por unos pocos o por el Estado. En el mejor de los casos, genera democracias populistas que reparten prebendas y alienan o impiden los factores socio-culturales imprescindibles para el desarrollo.
En su libro más reciente
“Making Globalization Work” (Haciendo Funcionar la Globalización), Joseph Stiglitz considera que los países pobres -pero ricos en recursos naturales- tienen dos tareas para superar la "maldición".
El primero consiste en obtener el mayor valor posible por estos recursos. La corrupción política y sus correlato, la incapacidad de negociación, hacen que en muchos casos esos países pierdan rentas que les corresponderían -a manos de empresas multinacionales y su capacidad de soborno-. Y, al respecto, reconoce la habilidad de Hugo Chávez y Evo Morales en renegociar viejos contratos sobre sus recursos naturales.
El segundo problema es cómo gastar bien las rentas de los recursos obtenidos. La plata que fácil se gana, se gasta también muy fácil; y de la peor manera cuando la política es dominada por criterios populistas. Y aquí radica la mayor amenaza a las políticas que están llevando a cabo Chávez, Morales o Kirchner en Latinoamérica; o las que intenta implantar Correa en Ecuador.
La administración de las rentas de los recursos naturales.
Algunos países no pueden maximizar los recursos obtenibles de la explotación de sus recursos naturales por estar “colonizados” o sometidos a contratos lesivos a sus intereses, dada su incapacidad de negociación. Pero un número creciente de países sí lo está haciendo, y en sus casos el problema relevante es cómo distribuir las rentas. Porque, a nivel del comportamiento social y cultural, la distribución de dinero que no está asociado al trabajo y al esfuerzo personal genera una cultura prebendaria, que es lo opuesto al espíritu industrioso que se necesita para el desarrollo. ¿Para qué esforzarse si el gobierno cubre –o debe cubrir- todas las necesidades? En el asistencialismo y la dádiva que no requiere ni mérito ni esfuerzo está el germen del subdesarrollo, ya que atrofia el espíritu emprendedor de la población.
A nivel macroeconómico, cuando se distribuyen internamente las rentas de los recursos naturales, literalmente se “intoxica” al aparato económico, se generan aumentos de precios y salarios, atraso cambiario (o apreciación de la moneda local) y falta de competitividad, destruyendo finalmente la actividad productiva nacional no asociada a los recursos naturales que generan tal renta. El resultado final es países ricos con poblaciones pobres y dependientes. Esto ocurre cuando los dólares fáciles abundan en el país y ya no es necesario producir internamente, pues todo puede ser importado con las rentas de los recursos naturales. La distribución rápida y generosa de esos recursos es lo que le permite a la población consumir sin producir. En pocos casos como este es tan evidente el conflicto entre distribución y producción.
¿Se puede evitar la maldición?
Stiglitz ve en las rentas de los recursos naturales una oportunidad para democratizar esas sociedades que se benefician de ellas y hacerlas más equitativas. Pero, ¿es posible que en países generalmente pobres y escasamente educados surjan democracias con políticos honestos y burocracias eficientes que adhieran a esas reglas de comportamiento? Es posible, pero altamente improbable. Los ejemplos positivos encontrados a nivel mundial se limitan a Chile (con su cobre) y Noruega (con su petróleo), y en tales casos se trata de países con tradición ciudadana fuertemente arraigada.
Además de maximizar los recursos obtenidos de la explotación de los recursos naturales, ¿qué tendrían que hacer estos países para evitar la destrucción de la producción nacional y de los valores culturales del desarrollo?
"La primera regla es limitar la distribución presente e inmediata, particularmente cuando se trata de recursos no renovables cuyo consumo actual descapitalizará a las generaciones futuras. Idealmente la distribución se debe limitar al equivalente de los intereses obtenibles con el ahorro de las rentas de los recursos naturales en el exterior.
"La segunda regla es que la distribución que se realice sea condicionada al esfuerzo por educarse y capacitarse para la vida laboral, es decir, fortaleciendo los valores culturales para el desarrollo. No hay que regalar pescado sino enseñar a pescar. La educación de calidad es la mejor forma de transferir a las generaciones futuras la riqueza de los recursos naturales.
"La tercera regla es invertir en salud, nutrición, agua potable y saneamiento para erradicar la extrema pobreza y en aquella infraestructura imprescindible para el desarrollo productivo, como son las vías de comunicación, la energía y la protección ambiental.
"La cuarta regla es minimizar el impacto sobre el atraso cambiario del gasto distributivo (la apreciación de las monedas locales), importando todos los insumos que sea posible incluyendo maestros, médicos e ingenieros, para no afectar la capacidad competitiva de la producción nacional.
Pero para que todo esto acontezca debe haber voluntad política para hacerlo, pero ¿qué político ambicioso no anhela sentarse sobre una montaña de dólares mientras la gente sólo clama por prebendas?